Curiosidades de viajar con un mexicano

Todos tenemos nuestras curiosidades y manías, pero algunas cosas me resultaron muy sorprendentes de mis compañeros mexicanos. Mi primer contacto con un grupo significativo de mexicanos lo tuve en Colombia. Estaba allí para un proyecto que duraría aproximadamente un año y, de los treinta que seríamos al principio, más de la mitad eran mexicanos. 


Se saludan de beso continuamente

La primera cosa que supuso un shock a mi sequedad hispana es la cantidad de veces que se daban un beso para saludarse. Cuando llegaban a la oficina, cuando se iban, cuando se subían a la camioneta … Comprendí que el mexicano es un pueblo cariñoso, a veces en extremo. Una peculiaridad del saludo mexicano es que normalmente se acompaña de un abrazo con una palmada en la espalda. La primera vez que volví a España y lo puse en práctica con mis padres se me quedaron viendo raro ¿estás bien? 


No pueden vivir sin el picante

Un sábado quedamos todos para ver una película en el cine. Estábamos haciendo la cola para las palomitas cuando Bibiana rebuscó en su bolso y sacó unos sobrecitos amarillos. 

–¿Alguien quiere? 

–¿Qué es? 

–¡Órale! ¡Es salsa Valentina! ¿Dónde la conseguiste? 

–No salgo de México sin mi cargamento de Valentina… 

–Pero ¿qué es? 

Por fin alguien se apiadó de mi ignorancia y me informó que era una salsa picante riquísima y que no se podían comer las palomitas sin ella. Probé una palomita con Valentina y decidí que estaban definitivamente mejor sin ella. 


Tequila, rancheras y rosas son la solución a cualquier problema

Dentro de nuestro variopinto grupo de gente joven de todas las nacionalidades y estados civiles había una pareja de novios mexicanos. Eran, y son, una pareja encantadora pero como todas las parejas de enamorados de vez en cuando tenían sus más y sus menos. Cada vez que discutían ella le aplicaba la ley del silencio y él se la pasaba llorando por las esquinas. Invariablemente el problema se resolvía cuando él, cargado de un enorme ramo de rosas, aparecía acompañado de un grupo de Mariachis. Esa noche, en el hotel en el que estábamos todos hospedados, nos abrían un salón especial y a base de tequilas y rancheras todos terminábamos abrazados y, por supuesto, ellos reconciliados.



Comen caramelos picantes 

Me contaron de un compañero mexicano que se fue a vivir a España con su familia. Después de unas vacaciones de Navidad en México su hijo de 6 ó 7 años llevó unos caramelos al colegio para compartir con sus compañeros. Los caramelos, como casi todos los caramelos mexicanos eran picantes, y el director lo encontró un acto de vandalismo con los demás niños y mandó llamar al padre. El padre no sabía como explicarle que en México los niños comen esos dulces desde que tienen dientes y que más que una broma fue un acto de generosidad de su hijo. A punto estuvo de ser expulsado de la escuela. 


No te fíes cuando un mexicano te dice que algo no pica

Parece que hay una competencia nacional de a ver quién aguanta más el picante. Nadie reconoce nunca que algo pica y cuando lo hacen es que es incomible. Recuerdo a mi suegro con lágrimas en los ojos diciendo: 

–No pica nada. 

Otra imagen que tengo grabada es la de una niña de uno o dos años. Estaba sentada en una silla para bebés (trona) en un restaurante de San Miguel de Allende junto a sus padres. Sus padres estaban tan enfrascados en la conversación que apenas le hacían caso. Yo la tenía de frente así que la veía perfecto. Cuando nadie la miraba agarraba la cuchara de salsa y se la metía en la boca. Hacía muecas de sufrimiento como si de veras le picara, pero eso no impedía que volviera a tomar la cuchara y probar de nuevo. No sé cuánta salsa llegó a tomar antes de que se dieran cuenta. Yo hubiera tenido un agujero en el estómago a esas alturas. 


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