La rocola del tiempo (parte 2)

Cuando llegué a Chile nos pasábamos el día trabajando de sol a sol. Más bien, nunca veíamos el sol y nos sentíamos como vampiros. Los fines de semana solíamos ir al centro comercial y después de dar un paseo y comprar algo terminábamos en el cine viendo algún estreno. Recuerdo esa época como la época de comprar discos. De alguna forma siempre terminábamos en la tienda de discos. Entre los discos que compré recuerdo especialmente el de Re de Café Tacvba. Una amiga de la universidad me había introducido al grupo poco antes y en España todavía no se encontraban. Las letras de las canciones, que eran totalmente irreverentes, me hacían sonreír. Cuando mi mexicano me vio comprando ese disco me dijo que se enamoró más de mí. Yo no lo saqué nunca de su error, lo que me gustaba de la música mexicana por aquel entonces se reducía a alguna canción Maná y ese disco de Café Tacvba.

La verdad, la verdad, la canción que marcaría Chile no fue ni Café Tacvba ni Ricky Martin sino mi mexicano cantando el "Corrido de Don Baldomero" a pleno pulmón mientras hacíamos rafting por el río Trancura en Pucón. Hacía un frío horrible y vestíamos unos neoprenos que nos habían prestado y que nos hacía ver ridículos. Afortunadamente el río no llevaba mucho caudal porque estábamos en pleno invierno. Eso no impedía que el guía le fuera dando remazos en el casco para que siguiese las indicaciones, mientras él, inmutable, seguía cantando. Si a él le enamoró el que comprara el disco de Café Tacvba a mí fue su "Corrido de Don Baldomero". A la fecha, si le dan un micrófono, lo sigue cantando.

Yo siempre digo que cuando canta me enamora, pero en realidad lo que me enamoró de él, y por lo que sigo enamorada, es que me hace reír. La vida debe ser un viaje divertido y lo mejor es conseguirse un compañero que te haga sonreír.



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