La rocola del tiempo (parte 1)
¿Quién no ha soñado alguna vez con viajar en el tiempo? Yo, desde luego, lo he hecho muchas veces, aunque después de ver la película basada en la Máquina del Tiempo de H.G. Wells se me quitaron las ganas de ir al futuro. No sé si alguna vez el hombre pueda realizar viajes en el tiempo pero desde luego tengo claro que viajamos continuamente al pasado a través de la memoria impulsada por nuestros sentidos. Un cierto olor, un sabor, un sonido… y ¡zas! estamos en nuestra infancia, en un viaje, en la universidad…
La forma más habitual que tengo de viajar hacia el pasado es a través de la música. Basta que en la radio pongan una canción y me sienta transportada a otra época… Y eso que soy pésima para la música, tengo oído de artillero como el de mi madre o mi abuelo.
Durante la infancia no había música en mi casa salvo la que salía en los programas de la televisión infantiles que veíamos de lunes a viernes: los payasos de la tele, Enrique y Ana, Barrio Sésamo y las canciones de las series de dibujos animados: Heidi, Marco y su mono Amedio, La abeja Maya, Dartacán y los tres Mosqueperros, El Inspector Gadget…
En la adolescencia conseguí mi primer walkman y me compré mis primeras cintas de música. Ahí descubrí los grupos que me acompañaron durante mi juventud: Queen, Roxette, Bon Jovi, U2, Aerosmith, etc. Sí, me gusta el rock anglosajón y a la fecha me sigue gustando. Es lo que más escucho.
Cuando llegué a Chile en ese primer viaje tenía 25 años, corría el año 1998 y estábamos en plena época del mundial de futbol. Caminaba por la calle sorprendida, en cada escaparate había una televisión retransmitiendo los partidos y los viandantes se apilaban contra el cristal para poder ver los partidos. Por supuesto, la canción que más sonaba era la Copa de la vida de Ricky Martin. Si escucho esa canción me veo transportada a esa época.
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