No te confundas, no hablamos el mismo idioma

Una de las ventajas que todo español ve a la hora de viajar a Latinoamérica es que se supone que hablamos el mismo idioma. Esa potencial ventaja se esfuma tan pronto pisamos el continente americano y nos damos cuenta de que no entendemos lo que el otro nos dice. Cierto, tenemos algunas palabras en común pero no las usamos de la misma manera o con el mismo significado.

La primera vez que viajé a México y conocí a mi familia política se produjeron mis primeros choques culturales. Ahí fue cuando descubrí que no entendía nada por más esfuerzo que hiciera, algo había presentido en Chile, pero nada me había preparado para tamaña barrera lingüística.

Aquí van algunas de mis meteduras de pata (todavía siento deseos de salir corriendo y desaparecer cuando las recuerdo), los desayunos en familia eran el escenario habitual para ellas. Estaba toda la familia sentada a la mesa desayunando (algo que para mí sería más bien un almuerzo) y era el momento en el que a mi marido le encantaba pincharme y molestar: 

–Mamá, Egeria dice que eres una bruja…

–Si claro, la bruja Piruja…

Se hizo un silencio sepulcral seguido por las risas contenidas de mi marido y su hermana:

–¿Qué he dicho?

–Calla… luego te explico…

¿Cómo iba a saber que era tabú nombrar a la bruja de todos mis cuentos infantiles?

Otro día estaba jugando con sus sobrinos de tres y un año. En algún momento el pequeño de tres se me lanzó encima y apunto estuvimos de hacernos daño los dos.

–¡No seas bruto!

Y ¡plaf!!! De repente de las risas pasamos al llanto más profundo.

–Yo no soy bruto

¿Pero qué es bruto? Para mi es solo alguien que es más brusco de lo habitual. Su madre tuvo que explicarme que en México es alguien con pocas luces y no muy inteligente. El pobre se sentía insultado… Cuando por fin se calmó se puso a dibujar. Sus abuelos le tenían una mesa portátil que llevaba a todos lados con una lata llena de colores. En un momento dado su hermana pequeña intentó tomar uno de los colores y él se enfadó y se lo quitó. 

–No seas envidioso –le dijo su madre.

De nuevo mi incomprensión ¿envidioso? No era la palabra que yo hubiera utilizado, si acaso egoísta. Para mi envidioso es el que desea lo que tiene otro no el que no presta… En ese momento decidí aplicar la prudencia y guardar silencio. Con el tiempo he descubierto que los mexicanos utilizan la palabra envidioso indistintamente para describir tanto al egoísta como al envidioso.

En otra ocasión estaba hablando con un grupo de mexicanos de las vacaciones y de cuándo se las iban a tomar para planificar que no nos fuéramos todos a la vez. Sería febrero cuando hice la pregunta y alguien me contestó:

–Hasta agosto

Se me quedaron los ojos como platos.

–¿Tanto tiempo???

Pronto descubriría que hasta no es el final de un periodo sino el principio. Para mi “hasta agosto” significaba que se iba de vacaciones y no regresaba hasta agosto, para él “hasta agosto” significaba que no se iba hasta agosto.

Y como esas muchas más…


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