Lo que no cabe en la maleta



Cuando haces las maletas, te lías la manta a la cabeza y te embarcas hacia tu próximo destino dejas muchas cosas atrás, cosas que te pesan y que te hacen preguntarte una y otra vez si no deberías volver. El problema es que no hay un único sitio al que volver. 

Cuando alguien se enferma o fallece en la familia corres por llegar a tiempo. A veces llegas otras no. Esos viajes son los peores, los que no quieres repetir, los que no quieres recordar. Con el tiempo se vuelven una nebulosa y a veces te preguntas si fue un sueño o una realidad. La primera vez que eso me pasó estaba en Puerto Rico y corrí a Sevilla. Corrí pero no llegué. Recuerdo llegar a Madrid y recibir la noticia, recuerdo que fui a Sevilla pero no sé cómo, no sé si fue por avión, por coche o por tren. El resto es una pesadilla de imágenes yuxtapuestas que me producen un nudo en el estómago y hacen que se me llenen los ojos de lágrimas. 

A veces el viaje no me toca a mí, a veces le toca a mi marido. También él tiene que correr, también a veces llega y otras no. También recuerda y olvida lo que sucedió. 

¿De dónde somos? ¿A dónde volvemos? 

Inevitablemente nuestras vacaciones nos llevan a esos lugares de los que provenimos, para intentar disfrutar lo más posible con aquellos a quienes consideramos nuestra familia (no siempre nos unen lazos de sangre) y renovar los vínculos que tenemos. Los eventos son múltiples: bodas, bautizos, funerales o una simple comida entre amigos. Cualquier cosa que nos permita celebrar la vida. 


Tu vida en una maleta

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