Santa Helena y el nacimiento de una tradición

Flavia Julia Helena (circa 250 - 330 d.C.) fue la madre del emperador romano Constantino I. Durante el reinado de su hijo se convierte al cristianismo y dedica su vida a buscar la verdadera cruz de Cristo y a rescatar del olvido los lugares santos cristianos. Gracias a su influencia Constantino I declara el cristianismo como la religión oficial del Imperio Romano.

Su búsqueda de la Santa Cruz la llevará a Jerusalén. En aquella época se creía que los judíos tenían escondida la cruz de Cristo por una profecía que decía que, si esta llegaba a manos de los cristianos, los judíos perderían todo su poder. Removió cielo y tierra, hasta que finalmente un tal Judas (dicen las malas lenguas que bajo tortura) le indicó que la cruz estaba enterrada en el monte del Calvario bajo un templo dedicado a Venus que había mandado construir el emperador Adriano doscientos años antes.

La emperatriz, ya octogenaria, mandó derrumbar el templo y excavar en el lugar hasta que finalmente se pudo dar con las tres cruces y los clavos. Pare comprobar la autenticidad de la cruz se procedió a acercarla a una moribunda que en contacto con ella sanó milagrosamente. Los maderos de la cruz fueron divididos y llevados a distintas partes del mundo, son los conocidos como lignum crucis. Uno de los pedazos más grandes se encuentra actualmente en el monasterio de Santo Toribio de Liébana (Cantabria, España).

        A partir de ese momento nacía una nueva tradición: devotos de todas partes del imperio inician peregrinaciones a los lugares santos rescatados y promocionados por Santa Helena quién en su afán por recuperar las reliquias cristianas había dado un gran impulso a la arqueología religiosa. Hoy se la conoce como la patrona de los arqueólogos. 


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