Un viaje gastronómico
Dicen los americanos que los españoles vamos siempre con nuestro paquete de jamón debajo del brazo y recordando la tortilla de patata y las croquetas de nuestra madre. Seguramente tienen razón. Estamos muy orgullosos de nuestra comida. Eso no quita que en América tengan también una gastronomía asombrosa. De cada país me llevo algo.
De Chile
fue el Caldillo de Congrio basado en la “Oda al caldillo de congrio” de Pablo Neruda.
La primera vez que lo probé fue cuando visité la casa-museo de Neruda en Isla Negra. La casa resulta
impresionante ya que está construida como si fuera un barco. Cuando la recorres
vas descubriendo todas las maravillas que Neruda iba coleccionando durante su
vida y sus viajes en los que llegó a visitar los cinco continentes. Neruda
sería lo que llamamos hoy un "acumulador". De todas su colecciones la
que más me gustó fue la de mascarones de proa. Su casa en Isla Negra estaba
sobre unas rocas que miran al mar y en la pequeña playa que tiene delante
aparecieron tesoros que Neruda recogió y conservó como un trozo de madera que pasó
a convertirse en una mesa.
En
Argentina las pastas, las pizzas, las empanadas y las carnes son una maravilla,
sin olvidar los helados y las facturas (croissants). Si te gusta el dulce no
puedes perderte los alfajores y el dulce de leche de Havanna. Por supuesto se me hace la boca agua cuando
pienso en un buen trozo de carne asado al carbón pero sin lugar a dudas lo que
más disfruté de mi breve estancia allá fueron los linguine a la vongole que
servían en Piegari. Por
algo la mitad de los argentinos son de ascendencia italiana.
En Colombia la comida era muy
casera. El Sancocho, la Bandeja Paisa o Ajiaco son los más conocidos aunque
tienen una gran
variedad de platillos muy sabrosos. Pero si alguien me pregunta
qué comida recuerdo de esas época de mi vida la respuesta es un Wok, que de
colombiano tiene poco. Todos los fines de semana terminábamos en el Mr.
Babilla, la discoteca/antro, de moda. Al principio te servían comidas y bebidas
pero a medida que iba transcurriendo la noche los platos desaparecían y todo el
mundo se subía a las mesas y se ponía a bailar. Algo que para una española
patosa como yo era un horror, sobre todo porque las colombianas tienen la
música en la sangre. Al día siguiente terminábamos invariablemente en el Wok
donde nos servían un wok lleno de caldo, fideos, verduras y pollo que
resucitaba hasta los muertos. El postre era invariablemente un tempura de
helado con plátano frito.
Puerto Rico es el país del arroz
y el pollo, del mofongo y los tostones. Para mí el mejor plato de ese país era,
sin lugar a duda, el Asopao de Langosta que servían en el restaurante el Ajili Mojili. Era un arroz caldoso
con langosta que estaba buenísimo.
Por último, está México, pero México
es mucho más que los tacos por los que el mundo los conoce. Su gastronomía
es amplia y variada: la cochinita pibil, el mole, el pozole, los chiles en
nogada…
¿Podrías contestar a estas
preguntas en Instagram?
Chile y el caldillo de congrio
El Pozole, un platillo sagrado
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