DIOSES
Durante
mi proyecto en Argentina me hospedaba en un apartahotel
en el centro y caminaba todos los días (excepto si llovía) por la calle Florida
hasta la plaza de Mayo donde quedaban las oficinas. Era una buena caminata que
duraba aproximadamente media hora. Me encantaba pasear por la calle Florida
porque lo mismo me encontraba una pareja bailando tango que un mimo o una estatua
que saludaba cuando le echabas unas monedas. La calle se llenaba de vida al
mediodía.
Por las mañanas, cuando iba a la oficina eran pocos los negocios que estaban abiertos, únicamente los gimnasios y los salones de belleza. Me sorprendía que hubiera gente en la peluquería desde tan temprano, en España no encontrabas una peluquería abierta a esas hora. La industria de la belleza estaba explotada al máximo y todo se producía en serie. Silla tras silla, cabina tras cabina, los espacios eran aprovechados hasta el milímetro y la eficiencia llevada a niveles sorprendentes.
Desde luego el resultado se dejaba notar. Cuando caminabas por las calles de Buenos Aires solo veías a dioses y diosas que parecían salidos de una revista de modas. Nunca me sentí tan pequeña y poca cosa como allá. El culto al cuerpo era algo de todos los días y que los argentinos practicaban proactivamente. Era su verdadera religión. Una compañera en la oficina me confesó que ella se levantaba todos los días a las cinco de la mañana para estar perfecta a las nueve cuando entraba a trabajar. Yo, la verdad, prefería dormir.
Luego me enteré que toda esa belleza tenía su lado oscuro: Argentina era uno de los países con mayor porcentaje de jóvenes con trastornos alimenticios y vigorexia. Un problema que no solo afectaban a las mujeres sino también a los hombres.
Las oficinas en las que trabajaba estaban situadas en un edificio cuya espalda daba a la Plaza de Mayo, una plaza preciosa presidida por la Casa Rosada, sede del poder ejecutivo y por la que pasábamos algunos medios días a la hora de la comida. Recuerdo un pequeño restaurante que daba a la plaza en el que servían una carne al carbón buenísima con ensalada y patatas fritas.
Un día, yendo para
allá me topé con las famosas Madres de la Plaza de Mayo que con pancartas y pañuelos
blancos en la cabeza caminaban alrededor de la plaza.
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