NAVEGANDO POR EL RÍO DE LA PLATA

Hay ciudades que se caracterizan por sus montañas como Santiago de Chile, otras por su mar como San Juan de Puerto Rico y algunas por sus ríos como son el caso de Sevilla y Buenos Aires. Mientras que el Guadalquivir es un río de aguas tranquilas que surca mansamente hasta su desembocadura en Sanlúcar el Río de la Plata a la altura de la capital bonaerense, es casi un mar. Un río de aguas cafés y tan ancho que no se ve la otra orilla. En frente, en algún lugar, queda Uruguay y la ciudad de Colonia.




Por la zona de San Isidro hay varios clubs náuticos. Recuerdo ir a uno de ellos con algunos amigos invitados por un compañero argentino que nos quería mostrar orgulloso el barco que había construido a partir de un casco viejo de un velero que surcaba el estrecho de Magallanes. El velero estaba prácticamente terminado y le estaba dando los últimos toques antes de emprender un viaje a Europa con él. Ese día nos invitó a dar un paseo por el río. Hacía un tiempo estupendo. Brillaba el sol y soplaba una suave brisa marina que hacía muy agradable navegar. A pesar de que hacía calor no se me antojaba nada lanzarme al río a darme un chapuzón. Las aguas eran muy turbias y no se podía ver qué había debajo. No me atreví. 

A última hora de la tarde enfilamos de regreso al puerto. Teníamos reservas para cenar en el restaurante Piegari, uno de nuestros favoritos. A unos cien metros del puerto todo "nuestro gozo en un pozo", nos tuvimos que parar y esperar a que subiera la marea ya que corríamos el riesgo de encallar. El cascos del barco, que era de acero y muy pesado, no podía navegar en aguas tan poco profundas. Nuestro amigo, para compensarnos nos preparó unos espaguetis con tomate en la cocineta del barco que nos comimos en la cubierta mientras esperábamos poder volver a puerto. A las once de la noche la marea había subido lo suficiente como para poder regresar. 


Argentina





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