LAS MADRES DE PLAZA DE MAYO
El primer jueves que
vi a las Madres de la Plaza de Mayo caminando en círculos con pañuelos blancos
en la cabeza me sentí transportada a otra época, a otra era. Yo pensaba, erróneamente,
que la dictadura de Videla quedaba muy lejos y que con la llegada de la democracia
los movimientos reclamando justicia y libertad se habían ido diluyendo en el tiempo.
El movimiento, por supuesto seguía y sigue en pie de guerra. Las abuelas de la Plaza de Mayo siguen intentando recuperar a sus nietos desaparecidos durante la dictadura. Los hijos de esos hijos que desaparecieron y que en muchos casos se criaron en familias cercanas al régimen sin saber de sus verdaderos orígenes. A veces un golpe de suerte, otras las dudas de un hijo que no se siente hijo o las investigaciones llevadas a cabo hacen que esas abuelas encuentren a esos nietos perdidos con la ayuda de una prueba de ADN y un banco de datos. Pequeñas victorias que alimentan la esperanza de quienes todavía marchan.
Pero no solo se buscan
a los vivos, también a los muertos. Miles de muertos y desaparecidos, miles de
familias que no han sido capaces de cerrar ese capítulo en su vida. Leila Guerriero
escribió sobre ello en su crónica El rastro de los huesos.
La anatomía forense tuvo un gran
impulso en Argentina. Hoy sus expertos viajan alrededor del mundo para ayudar a
identificar a los muertos sin nombre, aquellos que son víctimas de la violencia de sus países o de una catástrofe natural y quedan perdidos entre los escombros.
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